Un mar a la deriva

Si la #LeyLongueira fuera un pez, diríamos que está orillado, boqueando fuera del agua, pegando los últimos coletazos antes de morir. Esto después que, por abrumadora mayoría de 81 a 46, la Cámara de Diputados aprobara este martes el proyecto que la anula.


Pero ¿cuáles son las consecuencias de anular esta ley? Para no extender este texto innecesariamente, demos por hecho que todos saben que fue una ley viciada porque hubo corrupción y cohecho en su discusión. Hay ex parlamentarios procesados por este tema, y puso bajo la lupa la entonces extendida práctica del financiamiento ilegal de la política. (Léanse «Pescado Rabioso» de Carlos Tromben, o «El Saqueo al Mar» de Nancy Guzmán).


Dicho eso, parece evidente que lo mejor es anularla, revertir todo a fojas cero hasta el día previo a su promulgación, como un gigantesco Día de la Marmota. El problema es que si esta ley es mala, la anterior (y que entraría en vigencia automáticamente) es diez veces peor.


Quienes ofrecieron sobornos y compraron los votos no estaban interesados en todo el proyecto legal, sino que le preocupaban sólo algunos aspectos que estaban en juego: aspectos críticos que mueven millones de dólares: beneficios tributarios, posibilidad de perforar la zona exclusiva de la pesca artesanal, entrega de cuotas sin licitación, etc.


Pero en otros aspectos, la Ley sí representó avances respecto de lo que ocurría antes: se terminó con la cuota global de captura (un incentivo perverso en el que todos salían a pescar lo más rápido posible, hasta agotar la cuota, lo que se conocía como “carrera olímpica”), se acabó el resquicio de la “pesca de investigación” para autorizar cuotas ficticias más allá de lo permitido; se crearon los comités científicos y de manejo, que le dieron rigor técnico al establecimiento de cuotas, más allá de las presiones políticas, se instalaron posicionadores satelitales en la flota artesanal (la industrial lo tiene desde el año 2000), para mejorar la fiscalización, etc.


Pero no sólo eso: al alero de esta ley se crearon otras leyes que también –en efecto dominó- dejarían de existir con la anulación de la primera: la modernización de Sernapesca, la creación del Instituto de Desarrollo de la Pesca Artesanal (INDESPA), e incluso la propia Ley de la Jibia, que reservó este recurso para la pesca artesanal.


Anular la ley de golpe y porrazo para cosechar aplausos de la galucha, es fácil, pero irresponsable. Si bien comparto el gesto político de anularla, esto no puede significar dejar el mar (otra vez) a la deriva. Y anular la Ley Longueira a lo chango, sin tener un plan B, significaría reponer una ley que llevó al borde del colapso gran parte de nuestras pesquerías. Una ley que por cierto, costó décadas echar abajo, porque son tantos los intereses y están tan cruzados, que nadie ha podido ponerle el cascabel al gato.

Aquí hay que sacarse de la cabeza la idea de industrial/malo, artesanal/bueno, porque el único principio rector que debe orientar la normativa es la sustentabilidad de la actividad. Y el que la extracción sea artesanal no es garantía de explotación sostenible (dos ejemplos: recuerden lo que pasó con el loco en los 80’s, y miren lo que está pasando ahora con las praderas de algas).


Entonces, la única forma de asegurar el correcto uso de los recursos naturales que nos pertenecen A TODOS (no sólo a los pescadores artesanales o industriales) es contar con una normativa y una institucionalidad fuertes que funcionen con criterios científicos y técnicos, y eso está mejor servido en esta ley que en la anterior. (Ejemplo: antes la definición de las cuotas se hacía en el Consejo Nacional de Pesca, con criterios políticos. Hoy la hacen los comités científicos).


Por supuesto, el Día de la Marmota apocalíptico ocurriría sólo si se anula a lo chango, como dije. No soy experto en la materia, pero podría buscarse una fórmula intermedia en la que se anule dejando algunos artículos vigentes de manera transitoria, o darse un plazo para redactar una nueva ley, por ejemplo.


Pero si en algo podemos estar todos de acuerdo, es que los dos últimos gobiernos fueron incapaces de atajar este tema y corregirlo dentro del marco institucional. Y ahora esta administración recurrirá al Tribunal Constitucional, que es su caballito de batalla cuando el partido se le va de las manos. Tristemente, todo esto hace perder el foco de lo que a mi juicio es lo único que importa: cómo aseguramos una explotación racional de nuestro mar, que permita la recuperación de las pesquerías en estado crítico.


Debatir ese tema pero en serio, sin cuoteos ni cálculos políticos, es complicado, porque los pescadores hacen buen lobby, y cualquier cosa que toque sus intereses es impopular. Y por el otro lado, los industriales tienen redes e influencia. Irónicamente, para anular esta ley corrupta sin deshacer lo bueno que se ha hecho, va a requerir muchas agallas.

Únanse al baile

La victoria del Apruebo y la Convención Constituyente en el plebiscito chileno no sólo fue histórica, sino también -en alguna medida- sorpresiva. Ni los análisis más optimistas supieron predecir la contundencia de un resultado que parece un clamor: casi 8 de cada 10 chilenos quiere una nueva Constitución.

Y por supuesto, como toda victoria, dio paso a la celebración, y saltamos a la pista los vencedores. Pero inevitablemente (y esto me pasa desde las fiestas del colegio) entre canción y canción siempre miro de reojo a los que se quedan afuera, apoyados contra el muro, en la penumbra, sin bailar. Esta columna es sobre ellos.

El macizo triunfo dio pie a titulares como “paliza” y “aplastante derrota” en los principales diarios del país, a diferencia del (por ejemplo) más conciliador “Viva Chile Mierda” que nos regaló el argentino Página/12.

También fue pasto fértil para que sugieran análisis veloces como el que pintó de rojo tres comunas en el mapa de Santiago, como si el Rechazo estuviera replegado ahí, en su último reducto, antes de extirparlo definitivamente del país, cuando en realidad está repartido en los barrios acomodados de cada comuna, pequeñas réplicas a escala de la desigualdad capitalina.

Partamos por los titulares: más allá del fundado triunfalismo de la opción Apruebo, se desperdició una oportunidad de tender inmediatamente puentes con una mirada conciliadora y acaso acogedora hacia aquellos que, aunque perplejos, han asumido desde el primer momento su derrota.

¿Quiénes votaron por el Rechazo? Los pinochetistas, claro. Pero no sólo ellos. O dicho de otro modo, me resisto a pensar que el 20% de Chile siga siendo pinochetista a estas alturas. Es sumamente importante que más allá de la “aplastante” victoria, quienes queremos una Constitución lo más representativa posible, sepamos desagregar a ese 20% y entendamos las razones de su postura, de nuevo, separando a quienes defienden un régimen genocida, que están más allá de cualquier análisis (y salvación).

Una parte importante desconfía de los políticos, otros creen las fake news sobre Chilezuela y el Pacto de Puebla, y están los inmigrantes que trajeron consigo los traumas de su propia historia. Están por supuesto los militares y su formación profundamente deliberante, y también los que sinceramente creen que todo debe ser fruto del esfuerzo individual “porque nadie les regaló nada”, sea que realmente se abrieron paso a pulso, o sean aquellos que muchas veces son inconscientes de su situación de privilegio.

El punto es que así como muchos del Rechazo tildan de “comunista” a cualquier cosa que se mueva más allá de la flecha democratacristiana, ese 20% debe tener sus propias complejidades internas que tenemos el deber ético y estratégico de conocer. Ético, porque una sociedad que dice valorar la diferencia no puede invisibilizar a un quinto de su gente, y estratégico porque, de nuevo, esto recién comienza.

Pero más importante aún (y muchas veces olvidado) está el conocer a las y los que ni siquiera están en el perímetro de la pista de baile. A esos que no se levantaron ni fueron a votar, y que incluso en este hito histórico, alcanzaron cerca de la mitad del padrón electoral.

Ahí nuestra ceguera es total: habrá quien no fue por temor a la pandemia, habrá quien nunca ha votado en su vida y genuinamente no le interesa. Los postrados, los impedidos física o mentalmente. Los renuentes del sistema, los indiferentes. Pero ninguno de estos grupos por sí solo, ni sumados, explica de manera satisfactoria esos siete millones que no se aparecieron.

Convocar a los desconfiados y desencantados del Rechazo y a los invisibles del padrón electoral, es tanto un desafío como un imperativo ético, porque esta fiesta también es de ellos.

Únanse al baile.

*”Únanse al baile” es la primera de una serie de columnas que el autor escribió sobre el proceso constitucional chileno.

Spoilear Quiero

Lamento si algún lector distraído cayó en este posteo sin haber visto El Despertar de la Fuerza (la última de Star Wars, para los neófitos), pero tengo tanto comentario atragantado desde que la vi ayer, que si no escribía esto, iba a morir como Han Solo.

psychics-predict-han-solo-death-1

Hay una frase de Maz Kanata (la pirata-tabernera-Yoda-wannabe), que -creo yo- sintetiza el sello que el director le quiso imprimir a esta película: «the belonging you seek is not behind you, it is ahead». (la pertenencia que buscas no está en el pasado, sino adelante).

El Episodio VII intenta conectarse con la saga original, pero con una mirada de futuro. Se vale de algunos elementos de nostalgia, y a ratos los personajes nuevos parecen groupies de los antiguos, elevados a la categoría de héroes o leyendas, pero a la vez prepara el terreno para una nueva épica.

Abrams tiene pocos yerros en este ejercicio: quizás el más grave de todos es repetir la fórmula: malos-con-mega-arma-destruye-planetas-pero-con-punto-débil-que-provoca-autodestrucción 3.0.

Hay un par de chistes y bacanadas evitables (como el disparo sin mirar de Han Solo), y sigo digiriendo que Rey sea tan maestra con la fuerza desde el día cero. Pero lo que más me corroe la guata es que Han haya muerto a manos de un tipo tan pelmazo, por más que sea su hijo.

Con razón la Rey le dice a Kylo Ren «tienes miedo de no ser tan grande como Darth Vader» o algo así y  puta, obvio que no es ni la sombra del abuelo. Si ni Luke era la sombra de Anakin poh! y no digamos Leia, que en las tres películas lo único que hizo con La Fuerza fue presentir un telefonazo mental de Luke. O sea, la raza se va degradando, no mejorando.

http://coub.com/embed/8vjh7

Con decirles que cuando Kylo se quita la máscara, una mina en el cine comentó «mejor que se la ponga» y sacó risas honestas. Puta, es que no podís ser nieto de Natalie Portman, hijo de Harrison Ford y lucir como la mierda. Quizás por eso se fue al lado oscuro, de puro taimado con los genes.

Esos son, para mi gusto, los pocos ripios de esta película, el resto está notable: trata con respeto y cariño los tesoros de la saga original, como el Halcón Milenario, los X-Wings, las espadas láser (excepto por la mierda de espada de Kylo Ren, que me cargó),  y a los personajes antiguos.

Respecto de los nuevos, son todos grosos: Me gusta (y es muy Disney) que los personajes principales sean de un origen imposiblemente más humilde (una chatarrera) y corriente (un stormtrooper). Maz Kanata es un aporte para la generación de recambio que no entiende nuestra fascinación por Yoda, al punto que no debió ser CGI.

El BB8 como personaje simpático/tierno es INFINITAMENTE mejor que Jar Jar Binks. (by the way: leí que el director quería poner el esqueleto de Binks en un cuadro en el desierto, no sé si lo habrá hecho).

A propósito de Disney y de CGI: ¿se fijaron que en la taberna de Kanata estaba el Capitán Gantu, de Lilo y Stitch? Claramente abandonó la milicia y se cayó al copete, pero quizás hay una historia ahí como con el Comodoro Norrington de Piratas del Caribe.

Gantu

Poe Dameron también anda bien, y da gusto que a la Galaxia Far Far Away también lleguemos los latinos, aunque sean cantantes guatemaltecos.

Para el cierre: Abrams usa sin abusar los efectos especiales y la tecnología; no aburre con fundamentos para cada cosa, y algunos hitos ocurren sin mayor explicación (¿quién es Rey? ¿por qué se reseteó Finn? ¿por qué a Ben Solo se le pegaron los platinos? ¿cómo tan poderoso El Primer Orden? etc). Para mi gusto, dudas razonables que se irán resolviendo en las películas siguientes, pero que no quitan en nada el placer de haber visto una digna continuación de la saga, fundamentalmente a la espera que se desconchetumadrice (para bien o para mal) Kylo Ren.

Nos olemos.

 

 

DESAMPARADO

Aylan

Me topé con tu tragedia en un video como tantos se cuelgan en Facebook. Al principio creí que era una broma de mal gusto, un experimento social, qué se yo… cualquier cosa que no fuera lo que finalmente era: un niño de tres años muerto en la playa.

Aún veo tu carita helada contra la arena, y el mar rozando tu cuerpo inmóvil. En los cinco segundos que aguanté viendo el video, esperaba que te levantaras, que me dijeras que todo era un juego, que todo está bien, que los niños de tres años no pueden morir así. Pero sí estabas muerto, y estas líneas van escritas para alguien que ya no existe.

Nunca leerás este texto, nunca te alcanzará mi amor repentino ni mi vana compasión . Sólo puedo sentarme y escribirte, porque no quiero olvidarte, porque no quiero que olvidemos tu muerte inútil y evitable.

No te quiero convertir en símbolo de nada, pequeño Aylan, porque eres un niño muerto, y si eso no nos basta, y necesitamos que tu cuerpo signifique algo más que un niño muerto, es que como humanidad no hemos logrado nada. Pero en todo el mundo circula tu foto, y de pronto Siria está más cerca, y tú, con tu polerita roja y tus jeans; tú, que pasarías por un niño chileno, mexicano, chino o español; tú, a pesar de lo que yo quiera, finalmente te vuelves símbolo y mártir de este mundo indiferente y desigual.

Ojalá no fueras un niño símbolo, y estuvieras vivo y jugando con tu hermano también muerto. Ojalá no te hubiera conocido, ni a tus mechitas oscuras que son iguales a las de mi hija, que crece en un país sin guerra, en un hogar sin miedo.

Te habría gustado jugar con mi hija. Se llama Amparo, que significa “refugio”. Recuerdo que elegí su nombre desde la convicción que en el mundo faltan más refugios, falta más compasión por la suerte del hermano.

Ahora descansa de nosotros pequeñito, que acá tendremos que vivir con la vergüenza de no haber sabido ser humanos.

PD: No quise postear la foto. Busqué una que permita recordar a Aylan como él mismo debió recordar su infancia. Como un niño feliz. Aylan junto a su hermano mayor Ghaleb.

QUÉ ABURRIDOS SOMOS LOS FELICES.

El 9 de noviembre del 2012, los que aparecen en esta foto fueron testigos de una promesa y del anuncio junto a la Doña de la ruta que decidimos trazarnos, cigueña incluida, para el año siguiente. Nunca he sido amigo de los plazos, así que al final me tomó 24 meses lo que me propuse hacer en 12, pero henos aquí, con varios pasos avanzados y la fe intacta.

DSCN5527

Todos los que fueron testigos de aquella promesa, hace dos días estuvieron invitados a verla hecha realidad. Hubo algunas dolorosas ausencias, pero la mayoría estuvo ahí para ser nuevamente testigos, esta vez del amor mutuo y que incubó una niña que crece en el vientre de mi Señora.

Y digo Señora así, con mayúscula, porque quiero decirlo con la misma reverencia con la que el Quijote hablaba a Dulcinea, el Cid Campeador a su Jimena o el Dante a Beatriz.

Mi Señora, por quien libraré todas mis batallas..

Mi Señora, por quien hinco la rodilla en gratitud por su cariño.

Mi Señora, a quien prometí proteger y hacer feliz.

Matrimonio_01

La ceremonia fue todo lo que esperábamos: sencilla, espontánea y cargada de significado. Muy pocos sabían que la invitación a un asado cumpleañero y «baby shower» era en realidad un matrimonio sorpresa. Eso nos salvó a todos de la corbata y el taco alto, de las nefastas listas de novios, del ceremonial ajeno y frío. No hubo champagne pero sí cervezas, no hubo camarones pero sí empanadas, no hubo salones ni iluminación, pero sí piscina, quincho y guitarras.

Y lo que nos sobró (aparte del vino y el ron) fue el cariño genuino de los invitados, los abrazos estrechos, la conversación tranquila con todos ellos, los buenos deseos, las tallas en pleno discurso, el chiste rápido de los que se conocen bien.

Con todo, lamentamos también varias ausencias. Encabezadas por supuesto por mi viejo, que espero haya estado mirando desde el cielo imposible de los ateos. La verdad es que no importa tanto, creo que los padres viven siempre en sus hijos, así que en cierto sentido, esto también lo vivimos juntos.

También faltaron los hermanos, Manolo en Suecia y Gonzalo por laburo. Y un par de hermanos que no lo serán de sangre, pero cuyos vacíos se notaron. Mi amigo de infancia, el buen Mílex por ejemplo, que decidió sentar cabeza y armar familia en la vieja España. Sé que le hubiera gustado estar en mi matrimonio, lo mismo que a mí me habría gustado estar en el suyo.

Aquí les dejo estas líneas también al Tuto Avendaño, junto con mi gratitud perenne por haberme mostrado la fraternal templanza de los cerros de Valparaíso, por regalarme su amistad y compartir conmigo su cariñosa inteligencia.

Al Vittorio Solari, que conozco de niño y aunque la vida distanció nuestros caminos, sé que la amistad se mantiene. Y al otro Vittorio, Sessarego, que recuerdo que alguna vez le reclamé por no invitarme a su matrimonio. No entendí entonces (como entiendo ahora) que siempre están las ganas de invitarlos a todos, pero el espacio y el presupuesto te obliga a tomar ingratas decisiones.

Al Pelao Romero y a Mauriciom, amigotes del colegio con los que nos tenemos prometidas unas cervezas indemnizatorias. La Paula López, mi amiga de tantos trabajos y carretes universitarios, a la que no veo hace tanto. Dejamos pasar una excelente excusa para juntarnos. Mil perdones.

La Chichita Beltrán, con la que por muchos años tuvimos de esas amistades de cometa, que orbitan por años y luego se reencuentran. Confío en saber enmendar este desaire imperdonable.

Al Pelao Palma y la Cami Genovese, par de testarudos que persiste en regalarme su amistad, pese a mi probada ingratitud. Al Ofo Arias, con quien vivimos las primeras pellejerías en Santiago, y las pasamos con un inolvidable Ron Pampero, al Ricardo Felipe que andaban recorriendo las rutas incas.

A Rubiños, Lopez, Vásquez y varios más de la brigada porteña, que aunque los invité no les dije de qué se trataba, sino seguro que cambiaban sus planes para arrimarse al bello evento.

El Nico Gorigoitía, el Claudio Elórtegui, los compañeros de colegio, de la U, los compañeros de pichanga de la oficina, y un quizás larguísimo etcétera. A todos ellos mis disculpas, sepan que de haber podido, los habría tapado de carnes, vinos y cervezas 🙂

Y junto con estas disculpas, vaya también mi gratitud para los 100 que estuvieron, con guaguas y niños a cuestas, con vinos y regalos en los brazos, con abrazos sinceros, con palabras sentidas. Muchas, muchas gracias por tanto, y perdonennos por tan poco, pero como dije en el brindis, somos gente de equipaje ligero.

PD1: Es lindo poder escribir esto en el blog, que empezó hace ya tantos años, conmigo saliendo de la U y sin tener idea de la hermosa vida que terminaría forjando.

PD2: Nada. Sólo se me ocurren más palabras de alegría y gratitud. Qué aburridos somos los felices.

Un abrazo.

Malaquías.

INGENIOSA TEORÍA DE LA ESTUPIDEZ MASCULINA

Ahora que ya pasó el peligro (creo) les puedo contar que ayer, en un rapto de estupidez suicida, me eché a la boca medio ají rocoto asado, incluidas las pepas de su negro corazón.

Imagen

Primero me vino una ola de calor desde la lengua, el paladar y los labios, tan fuerte y repentina que no podía decidir si escupir o tragar la pulpa asesina. Obviamente, opté por lo más imbécil y me la tragué. La masa bajó abrasando todo el tracto digestivo y cuando llegó al estómago, éste se rebeló a punta de espamos e hipo. Yo lloraba, moqueaba, transpiraba e hipeaba ante la mirada atónita de mi cuñada y levemente decepcionada de mi polola.

«Sal a tomar aire fresco para que se te pase un poco» dijo por fin. Yo obedecí en silencio, no sin antes apurar un trago de vino que fue como rociar con bencina el fuego. Más espamos y dolor.

Obviamente, el episodio dio por concluido el almuerzo (una albacora a la mantequilla que merecería nota aparte) y me tuve que ir a varar a la cama, débil y derrotado, tomando yogurt en sorbitos.

Pero lo interesante del relato no es tanto la acción impulsiva en sí, si no los tres o cuatro segundos de frágil deliberación mental entre que vi el rocoto caliente en la bandeja y me lo eché a la boca:

Neurona hambrienta: «Señor, los ojos reportan la presencia de diversas verduras asadas sobre la mesa, una de ellas de vistoso y desafiante color rojo, señor».

Neurona sensata: «Sugiero partir por las cebollas y los pimientos, que se ven muy ricos, y quizás probar un pedacito del ají, para tantear terreno».

Neurona audaz (al mando): «Negativo. Proceder con el ají. Trozar a la mitad y masticar bien las pepas».

Neurona sensata: «Señor, el ají rocoto es legendario por su picor y tal vez pueda traer problmmffmfmfmf» (dos neuronas del GOPE amordazan a la sensata y luego la apalean en el suelo).

Después vino lo que ya les conté y 24 horas después, tras una dieta de leche, flan y juguitos varios, creo que sobreviví a este tal vez inconciente intento de morir.

Y así nació esta nueva teoría, (que de nueva no tiene nada: incluso existe un premio y un programa para esta raza de personas): Los hombres hacemos estupideces para evitar la sobrepoblación.

Imagen

Se sabe que cualquier especie que sature el territorio que ocupa, se condena a sí misma. Con eso en mente, quizás tenemos un gen que detona periódicamente intentos de autoeliminación para ir podando nuestra población. Los más aptos para preservar la especie  o bien salen airosos de estos intentos (por ejemplo, El Tarro) o saben suprimir esa pulsión por la vía racional, tal como intentó la neurona sensata antes de ser cruelmente apaleada.

Yo pensaba que ya había cumplido con este gen, realizando las proezas más estúpidas que pude concebir en mi infancia y adolescencia, pero parece que a medida que envejezco y la agilidad física me abandona, me las arreglo para intentar matarme de formas más creativas, como el envenenamiento.

Antes pensaba que uno hacía estas dudosas proezas para mostrar su masculinidad. Eso mismo descartaba cuando, doblado en dos y llorando como una nena, mi polola me daba palmaditas en la espalda y sorbitos de leche. Así que ahora abrazaré esta nueva teoría de la estupidez propia y ajena que intenta resolver un problema que tan bien resumía un antiguo jefe: «hay gente que vino a puro consumir oxígeno».

EL TEDIOSO RITUAL DE COMPRARSE ROPA

Los hombres de la vieja escuela somos una especie amenazada. Las muchachas de hoy respingan la nariz ante un pecho piloso y una barba rala, y el habitual desdén por la ropa (propio de los hombres de mi generación) ha retrocedido ante la práctica de probarse varios pantalones antes de elegir el correcto.

Los hombres de hoy – me dicen – incluso se miran el culo en el espejo para ver cómo les queda un par de jeans, (o bluyines, como les decíamos antaño). Y los entiendo: si antes, como ahora, las féminas hubieran preferido varones lampiños, de piel suave y ropa en los tonos, quizás también nos habríamos depilado, encremado y enfundado en pantalones pitillo.

Pero afortunadamente no fue así y transité mi adolescencia y juventud con un saludable desinterés por la facha, que mi mamá y hermana se ocupaban de subsanar con compras ocasionales a su pinta, cada vez que un pantalón se rajaba en el traste, o una polera devenía en trapero porque, según mi mamá, ya no resistía más posturas.

Hay que reconocer que esto produjo varios desaciertos (como una polera de la teleserie Marrón Glacé que me regalaron en la playa y que usé en la universidad, entre las puyas de mis compañeros) pero muy en el fondo siempre me jacté, como me jacto ahora, de no dedicarle mucho tiempo a esto de la ropa.

Pero la vida adulta está llena de sinsabores, uno de los cuales es vestirse decentemente para la oficina. Hace unas semanas me compré un pantalón a dos lucas en la feria de las pulgas, y lo he usado con fruición pese a las objeciones de la Doña, que apuntaba acusadoramente mis tobillos desnudos (el pantalón me queda bastante corto).

Al final, vencido por la insistencia y también empujado por un cambio cultural y mental (¿madurez?) me arrimé a una tienda de ropa con boletas y todo. Pero eso de probarme y desprobarme ropa me cansa, aburre y literalmente me da sueño. Así que di con una técnica que ayuda a paliar en algo, la tediosa labor de comprarse ropa.

Se trata de ir con shalas, shores y polera. Así de simple. Ustedes no se imaginan, queridos fisgones, lo cómodo que resulta empelotarse en unos 10 segundos para probarse un pantalón o una camisa y poder vestirse en los mismos 10 segundos. Recuerdo con amargura esos ya lejanos años (me compro ropa cada dos o tres años, aprox) en que iba con zapatos, como un Neanderthal, que tenía que atar y desatar los cordones cada vez que quería entrar en unos pantalones.

Este sencillo pero decisivo acto, me permitió soportar estoicamente una hora entera de compras y volver con tiempo para ver la goleada de Chile sobre Costa Rica, con una cerveza en la mano, como los hombres de antaño.

EL PERDIDO ARTE DE LOS NOMBRES

En mi ingeniosa teoría del flaitismo y la adolescencia, decía yo que probablemente mucha gente no alcanza a superar esa etapa preadolescente en que nombres como Britney, Brayatan o Justin parezcan una buena idea al momento de bautizar al crío propio. Un amigo me aportó después que muchos de esos padres SON preadolescentes y por tanto, sus referentes culturales provienen del fútbol, el reggeatton y la farándula local y gringa.

En el otro extremo, se da el fenómeno de la necesidad de encajar, de tener un nombre socialmente aceptado y validado por el círculo inmediato y el estrato. Y vamos llenándonos de Marías Ignacias, Isidoras, Matíases y Lucases. ¿Hace cuánto no ven un niño llamado PEDRO, por ejemplo?

Yo, que creo en pocas cosas, sí creo que el nombre ayuda a definirte: en algún momento averiguas su significado o por qué te pusieron así, y eso estimula- o debería – valores y virtudes de la persona.  Elegir el nombre entonces, además de un acto estético («te puse así, porque me gusta como suena») es también un acto de fe («tu abuelo, que fue un gran hombre, se llamaba así»).

Cierto es que los antiguos tenían sus desaciertos, como Prosperina, Fulgencio y Petronila, o quizás es una brecha generacional que no logro salvar, pero también intuían el valor íntimo de un nombre con personalidad y significado, como «El Que Protege» (Raimundo); «Regalo de Dios» (Teodoro) o «La muy amada» (Filomena).

Mi apuesta, en una sociedad donde predomina lo funcional y el sentido práctico, es defender esos pequeños remanentes de comunidad, de conectarnos con nuestra raíz histórica y plasmar en el nombre nuestras expectativas o buenos deseos con el bautizado. Sé que no estoy solo en este recorrido, y saludo a mis amigos y amigas que acunan en sus brazos a un Borja, un Ferrán, un Manuel, una Matilde.

Este posteo está dedicado a ellos, y a mi propia descendencia cuyos posibles nombres no pienso revelar 🙂

PD: Escribiendo este texto, me enteré que Malaquías significa «El Mensajero». Es curioso cómo el nombre (en este caso, escogido) cobra pleno sentido.

VUELO CON TURBULENCIAS

Miren, miren lo que hice!!!: Tomé un editorial fresquito (de hoy, 27 de Agosto de 2013) de El Mercurio, justificando la participación del Estado Chileno en defensa de LAN en Argentina y le hice algunos ajustes históricos (circa 1879). Cambié “LAN” por “Compañía de Salitres de Antofagasta” y “aerolínea” por “salitrera”, y mantuve el resto del texto casi intacto. Veamos qué resulta.

(El editorial original está aquí)

VUELO CON TURBULENCIAS

Rasgo sobresaliente de nuestra evolución económica de los últimos años es la diversificación internacional de las grandes empresas nacionales. Tras haber desafiado con éxito la apertura de los mercados, la irrupción de la competencia extranjera y la conquista de los mercados externos, muchas de nuestras empresas se han transformado en multinacionales regionales, con importantes inversiones en Bolivia. A través de ella, Chile ha pasado a ser exportador no sólo de productos, sino también de gestión empresarial y servicios conexos. Como accionistas directos o indirectos, todos los chilenos somos así socios del desarrollo de América Latina.

Nave insignia en este proceso ha sido la “Compañía de Salitres de Antofagasta”, nuestra principal empresa minera. En su meteórico ascenso de las últimas décadas probó ser la más exitosa salitrera de la región. Tras anunciarse su expansión, se anticipaba se ubicaría entre las dos o tres salitreras de mayor crecimiento bursátil del mundo- Pero bastante ha salido mal desde entonces, y el precio de sus acciones es hoy más de 40% inferior al de fines de 1878.

En parte, eso se explica por los imprevistos con que muchas veces se topan las fusiones –sorpresas en la contabilidad, guerra de precios con la competencia-, pero últimamente refleja también la sorprendente y agresiva campaña de hostigamiento en contra de “Compañía de Salitres de Antofagasta” que parecen estar llevando a cabo las autoridades bolivianas. Con el evidente propósito de favorecer a su rival –La industria guanera boliviana- empresa estatal, notoriamente deficitaria en resultados, se ve ahora amenazada por aquellas de perder su capacidad de explotar salitre sin pagar impuestos, de acuerdo a lo establecido en una resolución suprema de abril de 1874. La Compañía de Salitres de Antofagasta ha declarado que esto la obligaría a abandonar la explotación salitrera en Bolivia y ha anunciado las acciones legales pertinentes.

Este caso, sin embargo, va más allá del interés de la propia empresa. Con razón, el canciller chileno, Alejandro Fierro, ha hecho ver que el Gobierno tomará cartas en el asunto si observa que hay discriminación motivada por el origen nacional de la compañía afectada, y este tema fue tratado en la reunión bilateral en que han participado varios ministros de ambos países el pasado viernes, aunque sin arribar a una solución del conflicto, y el diálogo a nivel de cancilleres continúa.

Siendo la estrategia de diversificación internacional de nuestras empresas de obvio interés para el país, conviene insistir con energía ante el gobierno boliviano en que nuestra amplia y rica relación comercial con ellos también descansa en el recíproco respeto de los contratos y acuerdos. Chile no puede permanecer impasible si los intereses de sus ciudadanos son víctimas de arbitrariedades o injusticias por parte de gobiernos extranjeros. En las inversiones de nuestras empresas en el exterior hay un interés nacional en juego.

CASI DOS AÑOS

Lo bueno de tener un blog (que no te lo da el histérico Twitter, ni el metiche Facebook) es que uno lo siente propio, y va armándolo a su pinta y gusto. Si la gente que ocasionalmente, buscando fotos de Pampita, o relatos del Niño que Llora, cae por acá, tiene la opción de largarse o merodear un rato.

Si se queda, se volverá un fisgón periódico de este espacio, y será bienvenido, con galletitas o cerveza, según prefiera. Pero eventualmente, cuando los llame la mamá o tengan que ir a trabajar, me vuelvo a quedar solo, y paseo por los rincones revisando los muebles que armé un día, o los colores que escogí para tal o cual rincón.

Hace dos años que no entraba a mi propia casa, y el polvo se juntó sobre la mesa, las matitas se secaron y ni les cuento las cosas que encontré en el refrigerador. Pero tras ordenar lo básico me senté en mi viejo sofá y me puse a contemplar al que fuera mi refugio desde hace unos diez años, cuando venía acá para escapar del tedio laboral o una que otra pena.

Y bueh, creo que por lo mismo vine hoy a darme una vuelta. Sólo que esta vez no son las penas ni el tedio lo que me arrastró de vuelta al blog, sino un vacío que hace rato me estorbaba, y a falta de una definición menos pretenciosa, lo diré tal como lo siento: echaba de menos crear algo simplemente por el placer de hacerlo.

Verán. Cuando uno descubre su pasión, y hace de eso su profesión, pasa que finalmente te vuelves bueno haciendo lo tuyo, y te pagan por ello, pero (en mi caso) significa escribir para un tercero, y no sobre lo que realmente te gustaría escribir.

Pongámoslo así: supongamos que tu pasion es pintar, te encanta los colores, disfrutar el olor de la pintura y qué se yo. La comodidad poquito a poco te empuja ya no a pintar cuadros, sino a pintar casas con una brocha gordota. Entonces te ganas la vida pintando casas de otros, y armas tu vida en base a la plata que recibes por tu trabajo. Llegas a tu casa (verdadera, no al blog) cansado pero contento, y el único contratiempo es que no quieres ver un pincel, ni imaginar un paisaje, y así el atril y la paleta se quedan ahí, juntando polvo, como los posteos de mi blog.

Pero llegará una noche como ésta, en que pese al cansancio y el embotamiento de tus dedos, sepas que tu corazón aún tiene hambre de acuarelas y paisajes imaginados. y encuentres las fuerzas para pararte frente al lienzo en blanco e intentar algunos trazos.

Al principio, como todo aquello que se deja por un tiempo, te costará un poco, y dibujarás al azar sin saber muy bien dónde te diriges. Poco a poco, como me está pasando, irás encontrando tu sendero, y las figuras (palabras) aparecerán con fluidez.

Si usted (ahora es usted, pasó un rato y me puse respetuoso) mira en la barra del navegador, verá que dice «las escasas aventuras de Malaquías Valderrama». Y lo cierto es que sí soy de pocas aventuras. Mi vida discurre sencilla y plancentera, y si esto fuera la Tierra Media, probablemente sería un hobbit, no sólo por estructura ósea y pilosidad, sino también por preferir una buena cena y la promesa de un hogar, antes que recorrer el mundo con la vida en un morral.

Por eso, o quizás por eso, prefiera vivir mis aventuras desde el sofá de mi blog. Conversar con los fisgones ocasionales que golpean a mi puerta y conocer las grandezas del mundo a través de sus ojos. Por supuesto que de repente agarro vuelo y me largo dos años en una aventura épica, pero siempre volveré un ratito a la soledad de este espacio, a releer las cosas que pensaba hace diez, ocho o cinco años y, sorprendentemente, reirme de chiste que ya había olvidado.

Es lindo leerse y caerse tan simpático.

Creo que por ahora es todo lo que tengo para compartir con ustedes, ocasionales fisgones. Probablemente mi cuadro no haya quedado tan chispeante ni colorido como otros, pero bueh: es bien sabido que hasta Van Gogh tuvo sus días malos.

Pero es rico estar de vuelta.

Nos vemos, amigos de siempre.