ELDER VALDERRAMA

Domingo por la tarde y yo más aburrido que un mimo en la radio, me senté en la vereda fuera de mi casa, mientras el cachorro bulldog de mi madre (lleva como 10 días sin nombre, el pobre) reconocía el lugar con su hocico chato. Estaba en eso cuando una pareja de mormones se me acercó. El uno era alto, flaco, gringo, y de haber estado en Virginia Tech, hubiera sido blanco seguro del surcoreano, por la cara de nerd, digo. El otro era un mendocino tacuaco, moreno y pelo chuzo, y me demostró que esto de la diversidad políticamente correcta también alcanzó a los seguidores de Joseph Smith.

Primero se acercaron al perro y me hicieron las preguntas de rigor (raza, nombre, etc). También me preguntaron si me lo habían regalado, cosa que me ofendió un poco porque es como decir «o se lo regalaron, o se lo encontró o se lo robó, porque comprarlo ni cagando». Después de compartir un par de obviedades, se hizo un breve silencio, que el mormón argentino rompió así:

Usted alguna vez ha conversado con algún hermano sobre la palabra de nuestro Padre Celestial?

Primero el usté me cargó, porque no seré una guagua, pero tampoco soy tan antiguo, y el Che Mormón no tendría menos de 27. Ahora, mis hermanos están bien lejos (uno en Suecia) y la verdad es que nuestro padre es gordo y blanco, pero no celestial.

«No – respondí, – la verdad, no ando buscando esas respuestas, no quiero por ahora saber si Dios existe o no, y si fuera el caso, no creo que la respuesta fuera algo racional«. Yo a esas alturas les hablaba mirando el horizonte y poniendo la cara de Kung Fu cuando decía algo inteligente.  Los tipos insistieron en que de verdad les alegraría mucho que les diera mis datos para que algún mormón me ubicara y me revelara la verdad de la milanesa.

Yo les expliqué que esa en realidad es la casa de mis viejos, que vivo en Santiago y que de verdad me gusta mucho la Coca Cola, así que no podría ser Mormón. Pero los tipos son amables y yo estoy muy aburrido y les digo: «bueh, y están muy ocupados ahora?»

Los muchachos, que me recuerdan un aviso de Benetton, se miran sorprendidos. Quién sabe cuántos portazos recibieron ese día, y ahora estaba yo, invitándolos sin que ellos lo pidieran directamente. Luego de consultarse con las cejas, ambos asienten y pasamos a la casa, yo con el perro en brazos. (Nota mental: si en lugar de un tipo con perro, fuera yo una mina de 20, sería un excelente guión de película triple X)

Sentados en el comedor, el Elder gringo hace una oración por mi bien, y por el éxito de la conversación. Luego me empiezan a contar el plan celestial. Resulta que todos existíamos antes, y Dios dijo «ya, para cachar si la cosa resulta irán a la Tierra y tendrán la opción de ser buenos o malos, lo llamaré LIBRE ALBEDRÍO» y eso hizo. Nosotros, por supuesto olvidamos que ya hemos vivido la gloria del Creador y tenemos que probarnos en esta vida terrenal. Si aceptamos que Joseph Smith es el que tiene la verdad, y hay millones de judíos, católicos, musulmanes, budistas, hindúes, etc cagando afuera del tiesto, pues entonces nos salvamos.

Al morir, no nos vamos al cielo, sino al mundo de los espíritus, donde todavía tenemos chance de salvarnos. Por eso los Mormones pueden convertir con efecto retroactivo, vale decir después de muerto. Así que si yo me hago Mormón podría enrolar conmigo a toda mi parentela finada. Finalmente, vendrá el Juicio Final donde los que NOS SALVEMOS tendremos un cuerpo perfecto (¿?).

De yapa me dejaron el Libro del Mormón y un breve y útil folleto con el resumen de La Verdad, con dibujos y todo. Me llama la atención que para los mormones, jesús sea rubio alto y de ojos azules, un fenotipo tan habitual entre la población hebrea. Pero con esa salvedad, su historia me pareció tan descabellada como cualquiera otra que conozca, y al menos me sirvió para distraerme y tener una anécdota sabrosa que contarles.

Entre ellos se llaman «elder» y no dan su primer nombre (se los pregunté directamente), cosa bien curiosa y hasta medio misteriosa, si uno se pone suspicaz. Por lo demás, eran gente buena que cree en su prédica y trata de hacerle un bien al resto. Probablemente están perdidísimos, pero esa tarde estaba dedicado a medir intenciones, más que resultados. Al final, volvieron a mandar su plegaria por mi y asociados, y trataron por supuesto de engancharme, cosa que decliné tan gentilmente como pude. Un apretón de manos y hasta siempre señores elders.

Como dije al principio, no ando pendiente de si Dios existe y si es un Gran Arquitecto o el Hijo del Carpintero, un Elefante con muchos brazos o lo que sea. Pero así entre nos, uno se siente raro cuando un completo desconocido reza por ti y tu familia. Pero es una rareza buena, en todo caso.

Y no, no me haré mormón, siendo luterano. Otro día les explico el chiste.

Atte,

M.